1844 ¡Qué año!. En 1844 sucedieron tantas cosa pero dos
cosas muy relevante:
1. El telégrafo transmitió su primer mensaje;
2. Hubo un
gran despertar religioso: los gobiernos de Turquia y China abrieron sus puertas
al cristianismo, y la antorcha de la verdad fue llevada por David Livingstone
al corazón del Africa. Sí, 1844 fue un año muy importante para nuestro inquieto
mundo.
1844 ocupó también un lugar destacado en
los atrios celestiales. Ese año terminó el período profético de los 2.300 días
de Daniel 8:14. Comenzó entonces en el cielo el juicio investigador: se
iniciaron las sesiones de la Corte Suprema del Universo.
Dios no quería que el mundo ignorara
este acontecimiento tan importante. Centenares de veces se presentaron en
muchos países las profecías de Daniel y Apocalipsis. Millares de personas
volvieron a Dios y se pusieron a estudiar la Palabra, en particular las
profecías, entre otras éstas:
Hasta dos mil trescientos
días de tarde y mañana; y el Santuario será purificado (Daniel 8:14).
¡Diciendo en alta voz: Temed a Dios, y
dadle honra; porque la hora de su juicio es venida y adorad a aquel que ha
hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas (Apocalipsis
14:7).
El tribunal comienza a sesionar
Estuve mirando hasta que fueron puestas
sillas, y un Anciano de grande edad se sentó, cuyo vestido era blanco como la
nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su silla llama de fuego, y sus
ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él,
millares de millares le servían y millones de millones asistían delante de él.
El juez se sentó, y los libros se abrieron (Daniel 7:9,10).
Evidentemente hay libros en
el cielo y ha llegado el momento en que los ángeles examinen su contenido bajo
la dirección de Dios. El juicio investigador es la tercera etapa de la obra
expiatoria de Cristo. En la primera actuó como cordero expiatorio al ofrecerse
en sacrificio para salvar a la humanidad. En la segunda, como sacerdote
intercesor entre Dios y los pecadores arrepentidos. En la tercera sella su obra
expiatoria en favor de cuantos han confesado sus pecados, de acuerdo con el
antiguo ritual hebreo que se cumplía en el día de las expiaciones (Levítico
16:20).
Miraba yo en la visión de la noche, y he
aquí en las nubes del cielo como un Hijo de hombre que venía, y llegó hasta el
Anciano de grande edad, e hiciéronle llegar delante de él (Daniel 7:13).
Así como el Padre y el Hijo
crearon juntos el mundo, juntos estarán para juzgar a los hombres y decidir
quiénes tendrán un lugar en el mundo venidero. Sin duda alguna "el Anciano
de días" es el Padre, y el "Hijo del hombre" es Cristo, quien se
acerca para participar en el juicio. Como nuestro Sumo Sacerdote o Abogado,
Cristo defiende nuestro caso ante el Padre o Juez Supremo.
Hijitos míos, estas cosas os escribo,
para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos ante el Padre,
a Jesucristo el justo. El es la propiciación por nuestros pecados; y no sólo
por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (1 San Juan 2:1, 2).
Si lo hemos negado, él nos
negará a su vez. Una condición indispensable para que Cristo nos defienda (o
confiese, según sus propias palabras), es que también nosotros lo confesemos a
él.
Y os digo que todo aquel que me
confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará
delante de los ángeles de Dios, Mas el que me negare delante de los hombres,
será negado delante de los ángeles de Dios (San Lucas 12:8, 9).
Como resultado de este juicio
investigador, los redimidos quedarán separados de los réprobos, pues revelará a
quiénes anduvieron como Cristo anduvo, y quiénes se negaron a obedecer.
Repetimos, habrá dos clases: los redimidos y los condenados. Ambos grupos
resucitarán corporalmente para recibir la recompensa o el castigo.
En Daniel 7:14, se describe la sesión
inaugural del juicio investigador, cuyo fallo es inapelable. En esa escena
grandiosa el profeta ve millones de seres celestiales que están delante de Dios
listos para dar testimonio de su misericordia y su justicia (versículo 10). La
sesión comienza y los libros se abren. Entonces nuestro Señor Jesucristo se une
al Padre para examinar cada caso y juzgarlo, de acuerdo con lo que está escrito
en esos libros. Una vez concluido el juicio, Cristo entra en posesión de su
reino como "Rey de reyes y Señor de señores".
¿En que código se basará este juicio?
Así hablad, y así obrad, como los que
habéis de ser juzgados por la ley de libertad (Santiago 2:12).
¿Cuál es la ley de
libertad? Los Diez Mandamientos, tal como se indica claramente en Santiago
2:11:
Porque el que dijo: No cometerás
adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no hubieres cometido
adulterio, pero hubieres matado, ya eres hecho transgresor de la ley.
¿Cuántos de ellos se usarán
para medir las almas de los hombres? Todos. No se dejará un solo mandamiento.
Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un
punto, es hecho culpado de todos (Santiago 2:10).
Porque de cierto os digo, que hasta que
perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta
que todas las cosas sean hechas (San Mateo 5:18).
Bienaventurados entonces
los que hayan andado como Cristo, que hayan guardado los mandamientos de su
Padre (San Juan 15:10), y que, por el poder del Espíritu Santo, hayan sido
fieles a Dios.
Bienaventurados los que guardan sus
mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por
las puertas en la ciudad (Apocalipsis 22:14).
Apreciado alumno: ¿Tiene
Cristo en sus manos las riendas de su vida? ¿Se siente usted impulsado por su
amor a Dios a guardar toda su ley, por su gracia, inclusive el mandamiento
referente al sábado?
En esto conocemos que amamos a los hijos
de Dios cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Porque este es el
amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son penosos
(1 San Juan 5:2, 3).
¿Cómo examinará Dios mi vida?
Dios posee datos precisos acerca de
nuestra naturaleza física (Salmo 139:15, 16). Sabe cuántos cabellos tenemos
(San Mateo 10:30). No podemos ocultarnos de él (Salmo 139:1-12). Conoce hasta
nuestros más íntimos pensamientos (1 Reyes 8:39). De acuerdo con la profecía,
nuestro Señor magnificó la ley de Dios. Lo hizo observando fielmente cada
mandamiento al punto de que vivió "sin pecado". También lo hizo al
desentrañar el más intimo sentido de los mandamientos, tal como lo vemos en el
Sermón del Monte, donde va del cumplimiento exterior a la intención del
corazón. En efecto, en ese sermón Jesús declara que el odio es homicidio, los
pensamientos impuros adulterio, y las formas huecas hipocresía.
Apreciado amigo, las meras
apariencias no resistirán el examen del tribunal de Dios. Dios examinará los
móviles que inspiraron nuestras palabras y acciones, y los juzgará según su
Palabra.
Porque la Palabra de Dios es viva y
eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos; y que alcanza hasta
partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12). En ese día todos los
secretos de nuestro corazón aparecerán desnudos delante de los ojos de Dios.
En ese día todos los
secretos de nuestro corazón aparecerán desnudos delante de los ojos de Dios.
El día que juzgará el Señor lo encubierto de los hombres conforme a mi
evangelio, por Jesucristo (Romanos 2:16).
¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón
(Salmo 44:21).
Pusiste nuestras maldades delante de ti,
nuestros yerros a la luz de tu rostro. (Salmo 90:8).
Los libros de Dios, de acuerdos con las
escrituras
¿Cómo puede conocer Dios
todos los detalles de la vida de aquellos que duermen en la tumba desde hace
siglos? El es omnisapiente: lo sabe todo. Además, hay ángeles, mensajeros, que
están encargados de llevar los libros del cielo y mantener al día sus
anotaciones.
Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para corroborar a
los que tienen corazón perfecto para con él (2 Crónicas 16:9).
¿No son todos (los ángeles) espíritus
ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de
salud? (Hebreos 1:1 4).
No es extraño que los
ángeles participen en el juicio.
No sueltes tu boca para hacer pecar a tu
carne, ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios
se aire a cause de tu voz, y que destruya la obra de tus manos? (Eclesiastés
5:6).
El libro de la vida -- Dios tiene un libro en
el cual se consignan los nombres de quienes lo amen y le sirven.
Mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren
escritos en el libro (Daniel 12:1).
Antes gozaos de que vuestro nombre está
escrito en los cielos (San Lucas 10:20).
Es evidente que los nombres
escritos en ese libro pueden ser borrados.
Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios
quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de lo que está
escrito en este libro (Apocalipsis 22:19).
Sean raídos del libro de los vivientes y
no sean escritos con los justos (Salmo 69:28).
Finalmente, los que cometen
el pecado imperdonable, del cual hablaremos en otra lección, serán borrados del
libro de la vida.
Que perdones ahora su pecado, y si no,
ráeme ahora de tu libro que has escrito. Y Jehová respondió a Moisés: Al que
pecare contra mí, a este raeré yo de mi libro (Exodo 32:32, 33).
Cuán hermosa es la promesa
hecha por el Señor con la visión que le dio a San Juan:
El que venciere, será vestido de
vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su
nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles (Apocalipsis 3:5).
Como consecuencia del juicio
investigador se borrarrán ciertos nombres que están escritos en el libro de la
vida y se confirmarán otros. ¡Cuán importante es entonces que nuestro nombre
esté escrito en ese libro! Apreciado amigo, ¿estará el suyo escrito allí? Sólo
si lo está podrá usted llegar a ser ciudadano de la patria eterna.
El libro de la memoria. -- Cuando Dios inscribe el
nombre de alguien en el libro de la vida también lo inscribe en el libro de
memoria, en el cual se anotan a la vez, todas las obras de bien realizadas por amor
a Dios y a la humanidad.
... y Jehová escuchó y oyó, y fue
escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehova, y para los
que piensan en su nombre (Malaquías 3:16).
¿Qué se borrará: mi nombre o mi pecado?
Terrible será la suerte de
millones cuyos nombres nunca se inscribieron en el libro de la vida porque
nunca confesaron al Señor. Pero será igualmente terrible la de aquellos que
tenían el nombre inscrito en ese libro y luego se les borró al concluir el
juicio investigador. La pregunta es: ¿Por qué borra Dios un nombre después de
haberlo inscrito?
Diciendo yo al justo, de cierto vivirá,
y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no vendrán
en memoria, sino que morirá por su iniquidad que hizo (Ezequiel 33:13).
Los
que se conforman con una apariencia de piedad, y al mismo tiempo niegan el
poder de Dios en su vida, descubrirán demasiado tarde que no construyeron su
carácter sobre Cristo, la Roca de los siglos. A esas personas el Señor les
dirá:
No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos; mas el que hiciere la voluntad de mi Padre
que está en los cielos (San Mateo 7:21).
En vista de que Dios posee
una información detallada y exacta de nuestra debilidad humana y de nuestros
pecados, y siendo que no podemos comparecer ante el tribunal para defendernos,
¿qué esperanza tenemos de ser indultados? En su misericordia, nuestro Padre
celestial nos da un Abogado tan poderoso que nunca perdió un solo pleito.
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno
hubiere pecado, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo el justo (1 San
Juan 2:1).
... porque yo sé a quién he creído, y
estoy cierto que es poderoso para guardar mí depósito para aquel día (2 Timoteo
1:12).
Cristo será nuestro
defensor, si le confiamos nuestra causa. Cada día debemos conversar con nuestro
abogado divino, Jesucristo, para que nuestra situación sea clara. Si obramos
así seremos indultados. De lo contrario, nos pondremos bajo la condenación
divina. Debemos confesar nuestros pecados antes que nuestro nombre sea llamado
a juicio.
Los pecados de algunos hombres, antes
que vengan ellos a juicio, son manifiestos (1Tlmoteo 5:24).
Mientras dura el juicio
investigador, mi pecado puede ser perdonado. San Pedro dice que si nos
arrepentimos, Dios borrará nuestros pecados cuando lleguen los tiempos
"del refrigerio".
Así que, arrepentíos y convertíos, para
que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio
de la presencia del Señor (Hechos 3:19).
¿Qué promete hacer Dios con
nuestros pecados en ese momento?
Venid luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta. Si vuestros pecados fueren
como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el
carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:18).
Yo, yo soy el que borro tus rebeliones «
por amor de mí, y no me acordaré de tus pecados (Isaías 43:25).
Nuestros pecados serán borrados, no
porque lo merezcamos sino porque "de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas
tenga vida eterna (San Juan 3:16). ¡Cuán maravilloso es el amor del Señor por
criaturas indignas como nosotros! Apreciado amigo, ¿le ha pedido usted a Jesús,
su Abogado, que borre sus pecados de manera que pueda libremente comparecer en
juicio delante de Dios? Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, es el único que puede
defender nuestra causa. Pero lo hará solamente si le confesamos nuestros
pecados directamente a él.
Dios conoce nuestra
debilidad y simpatiza con nosotros. Jesús vivió en esta tierra y sabe contra
qué tenemos que luchar.
Porque no tenemos un Pontífice que no se
pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado (Hebreos 4:15).
En el Salmo 87:4 y 5, se
nos dice que nuestro Señor tendrá todo en cuenta: nuestra herencia, nuestro
ambiente, nuestras tendencias naturales. Sabe qué ocasiones de hacer el bien se
nos ofrecieron. Sí, Dios lo tendrá todo en cuenta.
Jehová contará cuando se escribieren los
pueblos: Este nació allí (Salmo 87:6).
¿No es maravilloso saber
que Dios conoce todo lo que nos concierne y que además nos ama? Es nuestro
Padre, y es el Juez de los atrios celestiales, y Jesús, nuestro amigo y hermano
mayor, está a su lado. ¡Qué pensamientos consoladores son éstos!
Y él juzgará el mundo con justicia; y
juzgará los pueblos con rectitud. Y será refugio al pobre, refugio para el
tiempo de angustia (Salmo 9:8, 9).
El fin del juicio investigador
Los
justos muertos serán juzgados primero. Leamos:
Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si
primero comienza por nosotros, ¿qué será el fin de aquellos que no obedecen al
evangelio de Dios? (1 San Pedro 4:17).
Y de la manera que está establecido a
los hombres que mueran una vez, y después el juicio (Hebreos 9:27).
Pronto llegará el día en que se
considerará el nombre del último de los muertos. Entonces se comenzará a juzgar
a los vivos. Y tendremos que comparecer, por así decirlo, delante del tribunal
de Dios. Aunque ignoremos el momento en que ello ocurra, el juicio proseguirá y
se tomará la decisión final.
Cuando se esté juzgando a
los vivos, el juicio investigador estará por terminar. Dios dice a su pueblo:
Daré mis leyes en el alma de ellos, y
sobre el corazón de ellos las escribiré. Y seré a ellos por Dios, y ellos me
serán a mí por pueblo (Hebreos 8:10).
Cuando el juicio termine,
nuestro Señor dejará el lugar santísimo en el santuario celestial, porque su
obra expiatoria habrá concluido. Entonces resonarán estas palabras:
El que es injusto, sea injusto todavía;
y el que es sucio, ensuciese todavía. Y el que es justo, sea todavía
justificado; y el santo sea santificado todavía. He aquí, yo vengo presto, y mi
galardón conmigo (Apocalipsis 22:11, 12).
Cuando nuestro Señor reciba el reino,
regresará en las nubes de los cielos y reunirá a sus escogidos, que estarán
esparcidos por toda la tierra. El nombre de esos bienaventurados se hallará
escrito en el libro de la vida del Cordero. Apreciado amigo, ¿se está
preparando usted para ese acontecimiento extraordinario?
Asegúrese desde ahora los servicios de
su abogado
Cierto famoso abogado se paseaba a
orillas de un lago cuando vio a un hombre a punto de ahogarse. Rápidamente se
despojó de algunas prendas, se echó al agua para salvarlo y lo trajo a la
orilla. Muchos años más tarde, siendo juez, un criminal compareció ante él.
Antes de pronunciar la sentencia, el juez dio al acusado la oportunidad de
decir algunas palabras. El hombre habló:
--Señor juez, ¿no se acuerda de mi? Hace muchos años usted me salvó cuando estaba a punto de ahogarme. ¿No puede salvarme ahora?
--En ese momento yo era su salvador --le dijo el juez--. Ahora soy su juez. La justicia de Dios y de los hombres exige que lo condene.
--Señor juez, ¿no se acuerda de mi? Hace muchos años usted me salvó cuando estaba a punto de ahogarme. ¿No puede salvarme ahora?
--En ese momento yo era su salvador --le dijo el juez--. Ahora soy su juez. La justicia de Dios y de los hombres exige que lo condene.
Apreciado amigo, el Señor
Jesucristo es su Salvador ahora. Dios dio todo lo que el cielo tenía para
salvarlo. Con placer defenderá su causa delante del tribunal de Dios si usted
le pide ahora que sea su Abogado. Llegará el día en que será demaciado tarde,
porque cuando concluya el juicio investigador ya no podrá defenderlo. Ahora,
hoy, es el día de la salvación. Confíele su caso al Señor ahora mismo.